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“Ésta es mi casa”, la presenta González al tiempo que agrega, “pero le prometí a mi madre que la voy a mejorar después que gané el título mundial a Yutaka Niida. No importa si gastamos diez o 15 mil dólares. Quiero darle lo mejor a ella y a mi padre”, expresa con su confianza de siempre.
Su madre, Lilliam Luna, recibe a su hijo con alegría aunque sus ojos verdes parecen cansados por los años. Doña Lilliam se mete a la sala convertida también en cocina para terminar de hacer el almuerzo, mientras se mantiene atenta a la conversación de los extraños que llegaban.
En esa misma sala-cocina, sin división alguna, está el dormitorio de Román, adornado con fotos de sus peleas, guantes colgados con su sobrenombre, caretas y trofeos. Parece el trono del “rey”, en espera de la corona que pronto espera coleccionar.
“A pesar de lo difícil que es el boxeo, lo veo como lo mejor que me ha pasado, porque tengo la oportunidad de cambiar mi vida, la de mi familia y olvidarme de los días que no teníamos para comer o hacíamos un tiempo sólo con arroz. Esos tiempos no pueden regresar, y eso me motiva a ganar cada pelea”, dice “Chocolatito”. Los primeros pasos en el box los dio a los nueve años en el barrio La Esperanza, practicando a veces obligado por su padre, Luis González, quien en sus tiempos mozos también sintió la misma pasión con los guantes, aunque no con el talento de su hijo.
Su primera pelea la hizo poco tiempo después en un gimnasio improvisado por la familia González, ante un sobrino de su actual entrenador, Gustavo Herrera.
¿Qué te hace inspirarte para seguir en este deporte de tanto sacrificio?
Así como mirás mi casa, sencilla como es, es un palacio para como era antes. Era de tabla, minifalda, como dicen. Como cocina teníamos dos piedras en el suelo donde le poníamos leña, camas de catre y nos manteníamos con 500 córdobas que ganaba mi papa a la quincena. No teníamos porche, menos una refrigeradora, o cocina de quemadores. Nada.
A veces quería comer un bisteck, pero sólo me lo imaginaba. O tal vez me quería comprar unas botas bonitas para entrenar, guantes. Ahora no, las cosas han cambiado, salgo a comer con mi familia, mejoramos mucho la casa, salgo con mi novia. Todo desde que comencé a mejorar en el boxeo profesional.
¿Te ha costado mucho llegar hasta aquí?
¿Vos comenzaste a pelear en este barrio?
¿De ese tiempo cuánto ha cambiado?
¿Cuáles son tus metas en el boxeo?
¿A qué aspiras en tu vida?
¿Pensas casarte pronto?
¿Se te criticó mucho por tu presentación con Javier Maravilla?
Solo yo sé lo que está pasando. Platiqué con mi novia sobre eso, pero igual que ella, pienso que lo mejor que puedo hacer es no decir nada y trabajar duro. Aprender de este momento y prepararme mejor para demostrar en el ring lo que puedo hacer.
¿Quién manda en la relación?
A sus 20 años, la madurez de “Chocolatito” luce tan admirable como su talento en el ring, sin embargo, todavía le hace falta mucho por demostrar para ver si la pelea con la vida podrá ganarla
con la amplitud que vence a sus rivales.
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