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domingo, 2 de marzo de 2008

Román “Chocolatito” González levanta con cada golpe el futuro de una familia

Su casa aún sencilla, es para Román “Chocolatito” González como un palacio, donde todos viven y respiran el boxeo con una pasión desmedida. No es para menos, viniendo de una familia con herencia boxística y que ve en este joven de apenas 20 años su única esperanza para salir de la pobreza y conseguir una vida digna.


“Ésta es mi casa”, la presenta González al tiempo que agrega, “pero le prometí a mi madre que la voy a mejorar después que gané el título mundial a Yutaka Niida. No importa si gastamos diez o 15 mil dólares. Quiero darle lo mejor a ella y a mi padre”, expresa con su confianza de siempre.

Su madre, Lilliam Luna, recibe a su hijo con alegría aunque sus ojos verdes parecen cansados por los años. Doña Lilliam se mete a la sala convertida también en cocina para terminar de hacer el almuerzo, mientras se mantiene atenta a la conversación de los extraños que llegaban.

En esa misma sala-cocina, sin división alguna, está el dormitorio de Román, adornado con fotos de sus peleas, guantes colgados con su sobrenombre, caretas y trofeos. Parece el trono del “rey”, en espera de la corona que pronto espera coleccionar.

“A pesar de lo difícil que es el boxeo, lo veo como lo mejor que me ha pasado, porque tengo la oportunidad de cambiar mi vida, la de mi familia y olvidarme de los días que no teníamos para comer o hacíamos un tiempo sólo con arroz. Esos tiempos no pueden regresar, y eso me motiva a ganar cada pelea”, dice “Chocolatito”. Los primeros pasos en el box los dio a los nueve años en el barrio La Esperanza, practicando a veces obligado por su padre, Luis González, quien en sus tiempos mozos también sintió la misma pasión con los guantes, aunque no con el talento de su hijo.

Su primera pelea la hizo poco tiempo después en un gimnasio improvisado por la familia González, ante un sobrino de su actual entrenador, Gustavo Herrera.

¿Qué te hace inspirarte para seguir en este deporte de tanto sacrificio?
Así como mirás mi casa, sencilla como es, es un palacio para como era antes. Era de tabla, minifalda, como dicen. Como cocina teníamos dos piedras en el suelo donde le poníamos leña, camas de catre y nos manteníamos con 500 córdobas que ganaba mi papa a la quincena. No teníamos porche, menos una refrigeradora, o cocina de quemadores. Nada.

A veces quería comer un bisteck, pero sólo me lo imaginaba. O tal vez me quería comprar unas botas bonitas para entrenar, guantes. Ahora no, las cosas han cambiado, salgo a comer con mi familia, mejoramos mucho la casa, salgo con mi novia. Todo desde que comencé a mejorar en el boxeo profesional.

¿Te ha costado mucho llegar hasta aquí?

Sí me ha costado, por el sacrificio que tenía que hacer cuando estaba en el boxeo aficionado. A veces no teníamos que comer pero tenía que entrenar, o me iba a clases y me quedaba dormido en el aula, porque no aguantaba el sueño por el entrenamiento. Pero cuando comencé a recibir la ayuda de mi amigo Eduardo Altamirano y de Alexis Argüello, me fue mejor.

¿Vos comenzaste a pelear en este barrio?

Mi papa me comenzó entrenando. También Gustavo Herrera (su actual entrenador) hacía lo mismo con un sobrino (David) de él. Un día nos retamos a una pelea, montamos una especie de velada aquí mismo en el barrio. Me acuerdo que cobramos tres córdobas y se llenó, todo mundo quería venir. Al final le gané al muchacho, le dejé los dos ojos inflamados y desde ahí como que se me aumentaron las ganas por boxear.

¿De ese tiempo cuánto ha cambiado?

Jamás me imaginé que llegaría hasta aquí, estar a un paso del título del mundo. Convencido de que puedo ser el mejor de todos los pesos mínimos del mundo. Dios me ha dado el talento, la madurez para dedicarme y con el enorme respaldo que tengo de Prodesa voy a lograrlo.

¿Cuáles son tus metas en el boxeo?

No sólo quiero ser campeón de la AMB. Quiero ganar el título a Yutaka Niida, hacer al menos unas dos defensas y después unificar con el campeón de la FIB (el filipino Florante Condes). Después de eso quiero saltar a las 108 libras para enfrentarme a Iván Calderón, porque nadie lo ha derrotado y yo estoy seguro de que puedo hacerlo. Quiero demostrarme que puedo ser el mejor boxeador del mundo de las 105 y 108 libras.

¿A qué aspiras en tu vida?

Quiero terminar de hacerle la casa a mi madre, también quiero hacer la mía, ahorrar en el banco para después invertir en algún negocio. Comprar mi carro, terminar de estudiar, porque sólo llegue a primer año, porque me dedique al boxeo, y, lo más importante, formar mi familia. Yo me he sacrificado mucho y lo voy a seguir haciendo en el boxeo hasta los 29 años que me retire, pero voy a esforzarme a ser el mejor, porque quiero darme una mejor vida, no la que viví en mi infancia.

¿Pensas casarte pronto?

Lo hemos platicado pero mi novia (Raquel Doña) está pasando una situación difícil con su mamá y tenemos que tomarnos nuestro tiempo. Pero yo no puedo vivir solo, nos entendemos bien, no peleamos, me respeta, la respeto y quiero formar muy pronto mi familia. No sé, tal vez se nos haga este año después de la pelea por el título o el próximo año.

¿Se te criticó mucho por tu presentación con Javier Maravilla?
Solo yo sé lo que está pasando. Platiqué con mi novia sobre eso, pero igual que ella, pienso que lo mejor que puedo hacer es no decir nada y trabajar duro. Aprender de este momento y prepararme mejor para demostrar en el ring lo que puedo hacer.

¿Quién manda en la relación?

No me da pena decirlo, ella es la que manda. Pero todo con respeto. Nos queremos, y estoy seguro de que podemos hacer una buena pareja.

A sus 20 años, la madurez de “Chocolatito” luce tan admirable como su talento en el ring, sin embargo, todavía le hace falta mucho por demostrar para ver si la pelea con la vida podrá ganarla
con la amplitud que vence a sus rivales.

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